viernes, 20 de septiembre de 2013

Fragmentos

Los otros hijos de la tierra

Texto: Bruno Leonardo Fernández
Fotos: Karina Gonzalez



(Luego de crear todas las cosas que  existen en el mundo, Dios se sintió solo. Pensó entonces en crear al hombre. Hizo un muñequito de barro parecido a él y lo puso al fuego en un gran horno. Dios se puso a hacer otras cosas y se olvidó de su creación, cuando volvió, el hombrecito de barro estaba quemado. Así nació el pueblo negro. Pero Dios seguía sintiéndose solo, así que hizo otro hombrecito de barro y lo puso al horno, pero para no olvidarlo como al otro, lo sacó enseguida. El muñequito quedó medio crudo: así nació el hombre blanco. Dios seguía sintiéndose solo, así que quiso crear un nuevo hombrecito. Pero no lo quería quemado ni crudo, así que calculó el tiempo justo del horno, y el hombrecito le salió bronceado, más lindo que los anteriores. Así nació el pueblo gitano.)

Desde lejos, el resto del campamento no se ve. Hundido en las tierras baldías, hay que caminar tal vez 100 metros para llegar. En la carpa de María de los Ángeles, la más cercana a la última calle asfaltada, mientras Rosita terminaba de ventilar y acomodar los plumones y las almohadas, María dejaba su té y se apura a prender un cigarrillo. “Esto te hace mal”, avisó antes de encontrar el encendedor. “Documentos, queremos”, gritaba Rosi que iba y venía con las flores, girasoles y todos esos colores estampados en las mantas. “Acá la jefa soy yo”, había dicho María cuando pedí pasar el día con ellos. Después me enteré que María de los  Ángeles también se llama Yolanda. Llegué por la mañana, a la hora del desayuno. Dijeron que los varones del campamento recién salían a trabajar. Pregunté si podía quedarme un rato o esperaba al capataz: ahí fue cuando Yolanda dijo lo del jefe. Sonreí.

(En el tiempo de antes un gitano viajaba en el carro con su familia: la esposa y varios hijos. La familia iba aumentando y al caballo flaco le costaba tirar del carro. Como el camino estaba lleno de pozos, cada vez que las ruedas se hundían en un pozo, del carro del gitano algo caía: a veces era una sartén de cobre, a veces era un niño. El gitano viajó por todo el mundo, por mares, montañas y valles. Y cada vez que la rueda se hundía un pozo, un niño caía del carro. Así fue como los gitanos se dispersaron por todo el mundo.)

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