Los otros hijos de la tierra
Texto: Bruno Leonardo Fernández
Fotos: Karina Gonzalez
(Luego de crear todas las cosas que existen en el mundo, Dios se sintió solo. Pensó
entonces en crear al hombre. Hizo un muñequito de barro parecido a él y lo puso
al fuego en un gran horno. Dios se puso a hacer otras cosas y se olvidó de su creación,
cuando volvió, el hombrecito de barro estaba quemado. Así nació el pueblo negro.
Pero Dios seguía sintiéndose solo, así que hizo otro hombrecito de barro y lo
puso al horno, pero para no olvidarlo como al otro, lo sacó enseguida. El
muñequito quedó medio crudo: así nació el hombre blanco. Dios seguía
sintiéndose solo, así que quiso crear un nuevo hombrecito. Pero no lo quería quemado
ni crudo, así que calculó el tiempo justo del horno, y el hombrecito le salió bronceado,
más lindo que los anteriores. Así nació el pueblo gitano.)
Desde lejos, el resto del campamento no se
ve. Hundido en las tierras baldías, hay que caminar tal vez 100 metros para
llegar. En la carpa de María de los Ángeles, la más cercana a la última calle
asfaltada, mientras Rosita terminaba de ventilar y acomodar los plumones y las almohadas,
María dejaba su té y se apura a prender un cigarrillo. “Esto te hace mal”,
avisó antes de encontrar el encendedor. “Documentos, queremos”, gritaba Rosi
que iba y venía con las flores, girasoles y todos esos colores estampados en
las mantas. “Acá la jefa soy yo”, había dicho María cuando pedí pasar el día
con ellos. Después me enteré que María de los Ángeles también se
llama Yolanda. Llegué por la mañana, a la hora del desayuno. Dijeron que los varones
del campamento recién salían a trabajar. Pregunté si podía quedarme un rato o esperaba
al capataz: ahí fue cuando Yolanda dijo lo del jefe. Sonreí.
(En el tiempo de antes un gitano viajaba en el carro con su
familia: la esposa y varios hijos. La familia iba aumentando y al caballo flaco
le costaba tirar del carro. Como el camino estaba lleno de pozos, cada vez que las
ruedas se hundían en un pozo, del carro del gitano algo caía: a veces era una
sartén de cobre, a veces era un niño. El gitano viajó por todo el mundo, por mares,
montañas y valles. Y cada vez que la rueda se hundía un pozo, un niño caía del
carro. Así fue como los gitanos se dispersaron por todo el mundo.)
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